No hace mucho tiempo, era casi imposible encontrar en tiendas oficiales merchandising de cualquier equipo de fútbol femenino.
Hoy, afortunadamente, este dato ha cambiado. Me alegra ver cada vez más fotografías en grande en las tiendas de los distintos clubes. Fotografías de sus jugadoras como imagen promocional de sus productos.
Veíamos a Alexia o a Oshoala para el FC Barcelona, a Maite Albarrán como imagen de las nuevas equipaciones del Sevilla FC, a Xènia Pérez presentando junto a sus compañeros de club los colores de temporada del Espanyol. También a Estefanía Banini y Claudia Zornoza, mostrando la camiseta que lucirá el Levante esta campaña.
Ellas como imagen, como referentes. Ha costado, pero esta idea de que lo de ellas no es serio, no es profesional, por fin evoluciona.
Me resisto a ese tópico que siempre surge a modo de cancioncilla cuando alguien reclama su posición como profesional y su trato como tal. El tan usado y desgastado: «Ganan lo que generan». Actualmente, la imagen es la más potente de las herramientas para generar interés. Y su uso es indispensable para darte a conocer.
La idea es que hay que vender fútbol femenino. Y para venderlo, tienes que enseñarlo. ¿Cómo iba a generar interés algo que es desconocido?
El impacto visual de una campaña publicitaria bien cuidada, de una foto llamativa, es absolutamente necesaria en un mundo lleno de pantallas, fotos y poses.
Parece que, además, todo se traduce en números y monedas. «Dinero llama a dinero», dicen. La pescadilla que se muerde la cola. Porque sin dinero no hay interés y sin interés, no hay dinero.
Ellas hacen su parte, trabajar, cumplir con lo exigido, cuidarse y vivir para dar lo mejor de sí en su trabajo. Ahora, la otra parte, la empresa es la que debe mover ficha. Tiene que mostrar que tiene un «producto» interesante. Tiene que invertir dinero y emplearse no sólo en una parte de sus trabajadores.
Se va entendiendo, por fin, aunque falte camino por recorrer.
Eso sí, en esta vorágine visual, como todo, hay un límite entre el uso y el abuso. Y es que la creación de referentes, o de ídolos, no es lo mismo que la creación de monstruos mediáticos capaces de generar cantidades tan grandes de dinero como de devorarse a sí mismos enterrados bajo focos.
El fútbol femenino está aún hoy iniciándose en el uso de su propia imagen. Está abriéndose un camino que se antoja bonito y necesario. Pero siguen manteniendo los pies en el suelo, entendiendo que las personas están por encima de los mitos. Que esto es lo que nos gusta a la afición. Ese ambiente limpio que mueve al fútbol femenino, el juego bonito y “sin trampas”. La cercanía, el entendimiento entre aficiones que se sienten más unidas que separadas fuera de esos 90 minutos. Que eso no se pervierta en un abuso de la imagen. O en el mal uso que otros quieran hacer de ellas. Crucemos los dedos y que sigan andando el camino correcto.
Mientras, seguiremos contando como batallas ganadas cada escaparate. Cada foto, cada póster. Y cada camiseta que podamos comprar con su nombre, su escudo y su logo.