Me van a perdonar. Voy a hacer de abogada del diablo. El fútbol -femenino o masculino, sin distinción- es como un gran teatro que se desarrolla en un escenario con alfombra verde.
En él aparecen todos los personajes, en orden, en fila al inicio del espectáculo. Se nos presentan, ofrecen un saludo al público y entonces, con un pitido fuerte, empiezan todos a actuar: “¡Se abre el telón!”.
Entre los personajes, podríamos decir que el que ostenta el papel principal de la obra, el más cotizado, el que suele llevarse los más sonados aplausos, suele ser la delantera. Mediocentros y defensas también tienen un puesto destacado como protagonistas de la acción. La portera es quizás, de las actrices que más intervienen en el espectáculo de nuestra obra, la que tiene un punto acorde al personaje secundario. Y mira que su función no es menos importante que la de ninguna compañera… a excepción de momentos en que, por un salto de guión, se convierte en protagonista principal, como cuando se enfrenta a una tanda de penaltis. Una escena de acción y alto riesgo.
Incluso entrenadores y entrenadoras tienen reconocimiento sobre su trabajo, aunque también algunas críticas, son los directores de escena.
Los propios espectadores, la afición, tienen un papel destacado en la obra. Y es que el fútbol es una representación donde el público puede ser en parte protagonista y parte activa de su desarrollo.
Pero, no podía ser de otra forma, un partido de fútbol tiene a su “mala de la película” oficial. ¿Adivinan quién? Las árbitras. ¡Qué papel tan ingrato el suyo!
Prácticamente nunca he oído destacar su papel en el campo para recalcar su buen hacer durante el encuentro. Casi nunca. Se da por hecho que es que, realmente, ésta es su función, es su trabajo. Deben ser justas y castigar los errores de guión de quien falla. Pero debe ser un poco frustrante que casi nunca te feliciten por el buen trabajo.
Son el blanco fácil, además, y a menudo, de cierto tipo de insultos. Hombres y mujeres, aunque ellas, además de los habituales, tienen que escuchar alguna que otra barbaridad machista soltada por algún centollo entre el público (con perdón de los centollos), porque para ellas el insulto viene más fácil. En ese momento, eso sí, todos entendemos inadmisible la mofa. Pero, hagamos examen de conciencia… de todas las mujeres que se disponen sobre el verde, las que se llevan la peor parte en cuanto a nota sobre su actuación, la mayor parte de las veces, son las que visten de negro y van con silbato. Siempre cuestionadas. Pero sin ellas, no hay partido. Reconozcamos también lo fundamental de su papel, a todos nos gusta escuchar algo más que “un abucheo final”.
Paciencia. Que todo rueda. También ellas. Que todo progresa. Y ellas también.
Estamos en un momento de crecimiento de la mujer dentro del fútbol, en todos los estamentos que lo componen. Y en el arbitraje también vamos dando grandes pasos. Conquistando terreno para ser reconocidas en igualdad.
Bibiana Steinhayus y Stephanie Frappart, Guadalupe Porras, Marta Frías o Marta Huerta de Aza son algunos de los nombres que más reconocimiento tienen en nuestra zona. Pero también han ido poniendo peldaños, desde sus países, en esta escalera que todas vamos subiendo, la de la igualdad en el deporte, mujeres como Judit Romano, Quetzalli Alvarado, Claudia Umpiérrez, Fernanda Colombo o Yersinia Correa.
En el fútbol -ya sea femenino o masculino-, como en la vida, todos tenemos un papel importante.