En los momentos complicados como el que estamos viviendo ahora mismo es cuando más se nota que algo no va bien. O no tan bien como debería ir. Antes del comienzo de la pandemia, el fútbol femenino vivía en un permanente estado de euforia: cada vez más medios de comunicación se interesaban por ellas, se empezaron a abrir muchos estadios e incluso se firmó el primer Convenio Colectivo del Fútbol Femenino.
Teniendo en cuenta lo anterior podríamos decir que las futbolistas están empezando a tener el reconocimiento que merecen, pero ¿realmente es así? Una jugadora de fútbol hace lo mismo que un jugador de fútbol (sin entrar en detalle del salario de cada uno). Es decir, entrena entre tres y cuatro horas al día, cinco días a la semana más otro día de partido, se cuida veinticuatro horas al día, festivos, fines de semana, etc. Pero la competición masculina se considera profesional, mientras que la femenina no.
Según la Ley 10/1990, de 15 de octubre, del Deporte: “Serán criterios para la calificación de competiciones de carácter profesional, entre otros, la existencia de vínculos laborales entre Clubes y deportistas y la importancia y dimensión económica de la competición”.
Por un lado, el criterio que hace referencia a la existencia de vínculos laborales entre clubes y deportistas se cumple por parte de todos los equipos. Y más aún gracias a la firma del Convenio Colectivo mencionado anteriormente. Históricamente, el fútbol femenino no se consideraba una profesión como otra cualquiera, sino que estaba más ligado a ser un entretenimiento o una pasión para las mujeres. Afortunadamente, esto ha ido cambiando y, cada vez más, se reconoce a la mujer futbolista.
Por otro lado, el criterio relacionado con la importancia y dimensión económica de la competición diría que, dependiendo desde dónde lo miremos, se cumple o no. En valores absolutos los ingresos del fútbol femenino pueden ser más que cuestionados ya que no alcanzan, ni de lejos, el nivel de ingresos del fútbol masculino. Pero si lo miramos en valores relativos y nos fijamos en otro factor importante como la inversión que se hace en el fútbol femenino, la cosa cambia.
Promociones, campañas de abonados, retransmisiones de partidos, etc. Y la más importante: la CANTERA. Es aquí, desde mi punto de vista, donde todo cambia. Está claro que no podemos equiparar las condiciones físicas de un hombre con las de una mujer (en la mayoría de los casos). Pero también es importante resaltar que a un niño desde pequeño se le enseña tecnificación, se le proporciona facilidades con los estudios, se le paga algo de dinero, entre otras cosas. En cierto modo, se les prepara para ser profesionales desde pequeños (aunque después solo un pequeño porcentaje de ellos lo consiga). En ningún caso ocurre esto con las niñas en España, donde la mayoría tiene que estudiar o trabajar al mismo tiempo que se desarrolla como futbolista.
Después de todo el rollo que he soltado estaría bien que todas y todos nos hiciésemos las siguientes preguntas: ¿llegaría el fútbol femenino al mismo nivel que el masculino, en cuanto a ingresos y espectáculo, si le diéramos lo mismo que a este? ¿Dónde estaría el límite de una futbolista si llevase la misma vida que un futbolista? ¿Generaban tantos ingresos los hombres cuando se empezó a invertir grandes cantidades de dinero en el fútbol masculino? Realmente no podemos responder estas preguntas con exactitud, pero está claro que el primer paso ya lo hemos dado.