Desde que empecé, muchas han sido las circunstancias y muchos los caminos que me llevaron a alcanzar ver cumplidos mis sueños de niña.
Mientras tanto, aquí sigo. En el camino que quiero, el que elegí. Y echando la vista atrás debo reconocer que no fue fácil. El fútbol femenino de hoy no es el de ayer. Dicen que son odiosas las comparaciones, pero es inevitable por la añoranza de haber podido disfrutar más y mejor si hubiese tenido los medios de los que hoy se disponen. Sin embargo, como digo, aquí estoy muchos días, años, décadas después sabiendo y reconociendo que soy una privilegiada. Una afortunada por haber disfrutado de poder dedicarme casi en exclusiva la mayoría de años a lo que me hacía más feliz y realizada.
Lo disfruté desde el inicio de todo, cuando me sentaba en el polideportivo a ver jugar a los mayores y aprender de sus acciones. De cómo se asociaban: se dirigían con reclamos o sugerencias que, en esos momentos, no sabían lo importante que era la comunicación verbal y no verbal en algo tan simple como atacar o defender una jugada. Luego pasé a la acción individualizada con mi balón y mis paredes, mis escalones, mis «desconchones» que me servían de diana para afinar mi puntería. En mi «soledad» condicionada, conseguí afinar mis habilidades técnicas porque me hacían sentirme inmensamente feliz poder hacer las cosas copiando a los referentes que tenia delante. Todos hombres, porque no sabía que existían mujeres que ya jugaban y que competían.
Por fin ya podía pasar donde quisiera el balón, dándole la fuerza o la rosca adecuada. Ya podía controlarlo de mil maneras y golpearlo con una variedad suficiente de superficies de mi pie, etc., pero me faltaba lo esencial: ¿de qué me servía todo eso?, me preguntaba. No tenía un equipo. Ni siquiera a veces para un dos contra dos. Mis momentos se limitaban a los recreos, donde sí éramos un gran numero de jugadores para poder hacer un partido. Sin normas ni árbitros, sin más que las porterías y el balón, donde todo tienes que adquirirlo con tus percepción, con tu inteligencia, con tu toma de decisiones…
Y hacerlo era maravilloso, no guardo ningún mal recuerdo de esos momentos. Solo risas ante los caños, cabreo por perder en el último minuto -pero que se difuminaban hablando de las jugadas mas bonitas-, de los taconazos, del paradón que le saca X de la escuadra, de lo fácil que se juega cuando todos estamos finos, etc. En fin, cambiaba mi bocata/almuerzo del recreo por todo aquello sin pestañear llevándome alguna que otra riña de mis padres por no subir a comer.
Esa fue mi escuela, donde inicié mi aprendizaje en el fútbol femenino. Y, sin duda, hizo que me enamorara perdidamente de este deporte, de lo que te llena y te da en valores. De que lo mejor es que compartes con muchos esa misma pasión aunque de diferente forma según cada quien. Pero la mejor foto es en la que todos nos queremos meter, la del equipo.
Hasta los quince años tuve que esperar para poder entrar a mi primer vestuario, mi primera ficha, mis primeras botas, campos de tierra, los primeros viajes…, mi primer aprendizaje explícito y orientado hacia un futuro en el fútbol femenino.
Hoy en día ya hay chicas de esa edad que son campeonas de Europa, o del mundo, esa es la comparativa evolutiva. Y, desde luego, lo que no puede pasar en ningún lugar del mundo es que ninguna niña se quede sin poder jugar ni entrenar porque no tenga esa posibilidad.
Por suerte esa evolución, aunque lenta, se ha dado y podemos hoy en día disfrutar de poder ver a jugadoras que son referentes a nivel mundial, a clubes que logran grandes cosas a nivel europeo y a nuestra selección estar en una posición en listas FIFA. Esto demuestra que todo va encajando en cuanto le das la importancia que merece.
Demuestra que si dotas a la comunidad del fútbol femenino de recursos la harás crecer, porque no descubriré nada diciendo que en España está el mejor talento y calidad en cuanto a jugadoras y que en el desarrollo integral de esas niñas que vienen de la base está el secreto de las futuras generaciones. Por eso debemos seguir luchando por que tengan el camino mas cómodo, más seguro y más acorde a los tiempos que vivimos desde la igualdad de oportunidades y la no discriminación en cuanto a nivel formativo y profesional.
En mi opinión, se hacen cosas pero todo se puede mejorar. Siempre he defendido que hay voluntad y he sido optimista. Y seguiré siéndolo, porque creo que el futuro de todas las niñas del mundo pasa por que esa voluntad se convierta en compromiso y en hechos reales. Pasa por leyes o convenios que recojan lo que es necesario para que los sueños se cumplan de verdad.