Reconozco que he borrado unas diez veces el folio de Word en el que estaba escribiendo. He empezado escribiendo sobre gente bonita que conoces alrededor del fútbol femenino cuando no hay tanto interés en obtener algo a cambio, como el que se da en el masculino. Sobre fotógrafos, periodistas, aficionados, futbolistas, trabajadores y trabajadoras de este mundo… Esas personas que se dejan todo por algo en lo que creen y que disfrutan de una u otra forma. Y no me convencía.
Luego continué pensando en escribir sobre cierta polémica surgida hace ya un par de semanas que me ronda la cabeza y quema mi sentido de la injusticia. Me refiero a la queja de Estrella Díaz, entrenadora de fútbol (de equipos masculinos y femeninos) durante años, que apuntaba al hecho de que aún pensemos que los entrenadores de fútbol son hombres, y se dirijan a su compañero y no a ella en este sentido. Tuit apoyado por otras compañeros, hombres y mujeres. Pero tampoco estoy inspirada hoy y no me salían las palabras para expresar ciertamente lo que quiero decir.
Inicié otro texto sobre qué es éxito o no y qué ideas vinculamos a la imagen de una persona, deportista, de éxito. Porque a menudo confundimos éxito y riqueza. No sale lo que quiero decir. Doy vueltas, creo que lo tengo y al final lo borro porque tengo la sensación de haber estado escribiendo palabras sin pensar bien en ellas.
Retomé, boli en mano para anotar ideas, en escribir sobre alguien. Creo que hay muchas personas de las que me gustaría escribir. Casi siempre para bien (soy de las personas que prefieren fijarse en el lado bueno de todo lo que vivimos y de quienes nos rodeamos). Aunque hay algunos a quienes les daría un coscorrón en dos líneas. No estoy inspirada, no…
Quizás, con varios días festivos por delante y una primavera recién llegada que invita a sentarse al sol y disfrutar de un libro, podría haber hecho un repaso en lecturas que me han gustado o que tengo pendientes sobre fútbol femenino, que es el tema que nos compete en esta columna. Apunten a Sara Portillo e Inés Sánchez, José María Nolé, Mamen Hidalgo, Danae Boronat, David Menayo o Natalia Arroyo. Apunten.
El caso es que llevo unos días en modo batiburrillo de ideas desordenadas que no se acaban de situar en su sitio para coger forma. Quizás esta atmósfera en color raro que nos acompaña, o el catarro propio de la temporada que llevo desde hace unos días. Igual sólo que no tengo el día. Puede ser. Pero me pregunto si no será esta misma la sensación que tienen los equipos que ahora mismo se encuentran en la parte baja de la tabla. Ese querer, ponerte, convencerte en que va a salir bien y… tecleas y no da de sí la idea. Chutas el balón y te falla la idea. El Santa, el Betis, el Dépor, el EDF Logroño (pronto DUX Logroño, puesto que Courtois y Borja Iglesia se abren al fútbol femenino, que también podría haber dado para una columna)…
Por nombrar sólo a los cuatro más bajos, aunque la cosa está que arde esta temporada. ¿Tendrán su propio momento “no me sale ná” de esos que te arrastran en una espiral de la que cuesta salir? O sin irnos abajo, el Atlético de Madrid, que tampoco parece que está en su mejor momento a pesar de tener todos los ingredientes para no sufrir tanto.
Es obvio que los resultados y la psicología van cogidos de la mano. Que la actitud es parte muy importante de lo que puedes obtener o no, de cómo te salgan las cosas. Y que no es fácil salir de la espiral que forman cuando se encuentran. Si es complicado encontrar la salida para una sola persona, en un equipo, donde hay que aunar ánimos, a veces es más costoso.
No dudo de que todos y cada uno de los equipos en mala racha van a encontrar el orden en su juego, aunque a veces hay que caer para retomar la idea y que te salga como quieres. Como la has visto en tu cabeza.
Nadie quiere fracasar, como si el éxito y el fracaso dependiera de uno mismo y de elegir el camino que vamos a andar. Pero no entendemos que, a veces, y aunque no guste, volver al camino del éxito, el que nos lleva de nuevo a ganar, pasa necesariamente por perder: entender el fracaso como una nueva oportunidad para, como decía Henry Ford, empezar de nuevo con más inteligencia.
Al final todo pasa por sacar partido de cada situación, de éstas también. Y, al final, escribir lo que buscabas.