Hoy quiero compartir mis pensamientos y reflexionar sobre qué debe hacer y cómo debe comportarse una jugadora de fútbol femenino sobre el terreno de juego.
Desde que era pequeña, me llamaba la atención cómo se entendían los jugadores. Viéndolos moverse sobre el polideportivo o en la televisión, lo que hacían, por qué y cuándo. Me parecía fabuloso cómo combinaban jugadas, coordinados y sincronizados. Cómo anticipaban movimientos de rivales o fintaban para poder recibir cuando el poseedor del balón veía ese movimiento, para después dejarlo sólo con ese pase certero. Aquello me llenaba de una sensación de “envidia”, de querer hacer lo que ellos hacían, copiarlos.
En mi paso como jugadora siempre ha sido mi disfrute máximo el combinar jugadas con compañeras, con mi equipo. Y disfrutarlas haciendo poco o mucho, en jugadas concretas, aisladas o comunes. Siempre me llenaba de satisfacción el poder compartir comportamientos a un mismo sentir, un mismo fin, jugar.
En esta nueva etapa de entrenadora (en la que estoy formándome), a estos acontecimientos se les llama comportamientos. Pueden ser en ataque o en defensa. Pueden estar orientados en tu sentir como equipo o enfocados al rival. Y pueden depender de muchos factores. Y como el juego en sí es una incertidumbre -pues está supeditado a muchos riesgos y factores que influyen-, estos comportamientos serán trabajados en los entrenamientos.
Para que una jugadora se sienta útil, participe y por consiguiente dé su máximo para ayudar al equipo, debe coordinar sus intenciones y acciones con sus compañeras. Y para eso están los entrenamientos, para que estos comportamientos puedan coordinarse por sector/línea/carril (con poco número de jugadoras). O intersectoriales, que enlazará varios comportamientos sectoriales. Así después llegará a la estructura completa que es la coordinación de casi todas o de un mayor número de jugadoras.
Siempre me ha llamado mucho la atención en cualquier faceta que he tenido ligada al fútbol esa conexión. La relación socio-afectiva que se crea cuando participas en el juego (fútbol femenino, en este caso). Al ser colectivo dependes de lo que hacen las demás. En mi mente siempre he ligado este pensamiento a un nombre que me viene automáticamente. Seguro que más de alguna compañera me habrá oído decir: “El hilo que nos mueve”.
Fomentar/optimizar este punto es la tarea como entrenadora que tendré por delante. Saber conectar a todas las integrantes de la plantilla en esa especie de red unida por hilos invisibles, que harán que el equipo desde lo individual… Una red única, irrepetible, que camine, corra o vuele siempre como una sola estructura, como una gran nave. Ese será mi objetivo, mi sueño, construir esa gran nave capaz de volar, capaz de caminar. Y correr contra viento y marea, que sea capaz de no detenerse ante nada.