Se me viene un suspiro. Un «ay» de resignación. Eso, quizás, es lo que se esperaba de ellas, pero… ¡nos han salido guerreras las chicas! Guerreras que aguardan con una paciencia digna de admirar pero con un objetivo muy claro en el punto de mira. Y ese objetivo no es ni más ni menos que poder vivir de su trabajo y ser respetadas en el mismo.
Parece que pasan los meses, los años… y ellas están en continua espera. ¡Santa paciencia! Paciencia para poder jugar al fútbol abiertamente, sin que nadie tenga que murmurar si es propio o no de mujeres (aunque algunos continúen anclados en los estereotipos más arcaicos). Aguante para aceptar durante muchos años (aún hoy) ser tratadas de forma desigual a sus compañeros de club pero en equipo masculino. Diferencias en cuanto a los horarios de entrenamiento, a la recepción de equipaciones o al pago de cuotas… Entereza y saber estar para aceptar que los pasos dados hacia delante y que tanto tiempo y esfuerzo costaron, se vuelvan hacia atrás con una guerra de egos sobre quién manda y otra alrededor de los derechos televisivos para ver partidos que si aquí, que si allí y al final… casi que en ningún lado.
Mucha paciencia para pasar varios años de reunión en reunión, para que se escuchara su voz y se entendiera la necesidad de regularizar su situación. Trabajo de hormiguita, hasta que se aprobó un convenio colectivo que no se ha publicado hasta hace días y que aún tiene sus flecos. Un continuo play y pause que a cualquiera volvería loco. Sobre todo porque estos últimos días parecemos desandar todo lo andado.
La última pausa viene durando más tiempo de la cuenta. Con una temporada finalizada de forma prematura y con la situación actual de pandemia que abarca a todos los países, se vuelve a dar un absurdo entre fútbol femenino y masculino de Primera División: mientras ellos se han incorporado a sus competiciones, las han jugado, las han finalizado y van camino de saber toda la planificación de la próxima temporada, ellas están en un limbo absoluto sobre su situación. No se sabe cómo, dónde ni cuándo se empezará a jugar y, evidentemente, cuál será su situación laboral. Que se da el hecho de que hay equipos que no están ni cerrados, que no ha habido partidos amistosos con los que coger pulso como conjunto antes del inicio de curso… y que la pretemporada ha sido una pura anécdota.
Sin fecha oficial para empezar, no es que el tema no se vea claro a estas alturas, sino que todo aquel que tiene algo que decir al respecto echa balones fuera. Mientras se ponen arriba de acuerdo, las jugadoras, y junto a ellas los aficionados, pulsamos de nuevo el botón de pausa sintiendo que nos toman el pelo.