“En el tranquilo pueblo de Greenleaf, Indiana, un profesor de instituto está a punto de casarse. Un exalumno está a punto de ganar un Óscar”.
Así empieza el trailer de la película In & Out.
Todo Greenleaf, incluido el profesor, pendientes de la gala de los Óscars donde es premiado su vecino más célebre por un papel en el que interpreta a un soldado gay. “Quisiera dedicar esta noche a un gran hombre y un gran profesor, a Howard Brackett. (…) Y es gay”.
Un pueblo entero petrificado delante de la televisión ante esta noticia. Y un profesor que se empeña en demostrar a todo el mundo y a sí mismo que no es verdad lo que todo el mundo ha oído. Que no es gay.
Una película divertida que, además, da mucho que pensar sobre la masculinidad, la homosexualidad, los estereotipos, los tabúes…
Pero bueno, es un profesor y una película… Imaginaros este discurso en la vida real. Imaginad que agradece su inspiración a un futbolista y señala a todos los micrófonos que es gay.
Definitivamente sería la noticia del día, de la semana y del año.
Todo esto después de que surgieran esta semana (otra vez) rumores de futbolistas “muy famosos” que querrían declararse abiertamente homosexuales. Conocíamos por boca del futbolista de la Serie A Albin Ekdal de la situación que vivían compañeros que no se sentían capaces de mostrarse tal y como realmente son.
Pero el deporte es un mundo en el que “los hombres son muy hombres”. Es así.
No llego a entender ninguna actitud de racismo, de homofobia, de intolerancia. Pero se dan. ¿Por qué?
Hay un problema de trasfondo en todo esto que define muchos de los problemas de chicos y chicas a la hora de escoger deporte, de practicarlo y de dedicarse en profundidad a él. Y es el asociar el deporte de contacto con la masculinidad y los estéticos con las mujeres. Hay deportes en los que la agresividad y la competitividad parecen estar por encima del juego limpio y el respeto. Y asociar esta agresividad, dureza y rudeza con lo que un hombre debe ser ante todo, se traduce finalmente en un gran dolor de cabeza. Socialmente hablando.
Hay homofobia en el fútbol… masculino.
El fútbol femenino es abierto, tolerante, transparente. Un espacio dentro del “deporte rey” en el que deberían verse ellos y aprender.
Que un futbolista masculino tenga una pareja de su mismo sexo es, a día de hoy, un escándalo. En el caso de una futbolista femenina, no. ¿Qué tienen ellos que esconder? ¿Cómo iba a hacerles peores deportistas? ¿Por qué iba a hacerlos peores personas? ¿Qué podría condicionar la vida afectiva o amorosa de una persona a su capacidad laboral? ¿Qué iba a verse en ellos diferente a lo que ya eran?
Ser homosexual no define a nadie como persona, no define a nadie en su trabajo. Sólo define por quién te sientes atraído. Nada más cambia.
Hace unos años trataba este tema Michael Robinson en su programa “Acento Robinson”.
Sobre él señaló que no encontró a nadie dentro del fútbol masculino que le diera un testimonio , nadie quiso ayudarle. En cambio, Iñigo Calvo, jugador de Rugby del Getxo Errugbia sí se sinceraba ante Robinson: “Me gustan los chicos, estoy enamorado de un chico y quiero ser feliz”. Tan simple y tan claro. Con total naturalidad. ¿Cómo si no?
Las instituciones deben tomar realmente conciencia del deporte como herramienta clave para trabajar los valores que deben definir nuestra sociedad. Los clubes tienen que interiorizar su papel como empresas con responsabilidad social. Y trabajar en este sentido.
Porque en otros aspectos, el fútbol masculino lleva muy adelantada la carrera al femenino. Pero en el partido contra la homofobia las ganadoras, sin lugar a dudas, son ellas.