La supresión de derechos de las mujeres afganas está garantizado con el retorno al poder de los talibanes en Afganistán. Imposición del burka, prohibición de trabajar, conducir, ir a la escuela, expresarse…; y en definitiva, desaparecer de la vida pública, son algunos de los elementos que caracterizaron al Régimen Talibán hasta 2001. Burlar esas medidas implican castigos muy severos, incluso la muerte. Las afganas que juegan al fútbol y se han dedicado al activismo ahora corren extremo peligro, tanto ellas como sus familias.
Por eso, ahora solo les queda el exilio o borrar su propia identidad si no pudieran escapar de permanecer bajo el restablecimiento del Estado Islámico de Afganistán. Pese a que los talibanes han declarado en algunos medios internacionales que van a respetarlas, nadie mantiene esperanza alguna. La ex capitana del equipo de fútbol femenino de Afganistán, Khalida Popal, asegura que está recibiendo llamadas telefónicas de jugadoras del equipo pidiendo ayuda.
Dejar el balón por jugarse la vida
En las últimas semanas, los talibanes han tomado prácticamente todo el poder en Afganistán. Si bien no es objeto de este artículo explicar en profundidad la historia de su origen, conviene resaltar que su regreso es catastrófico para las mujeres en todos los ámbitos de la vida. De hecho, durante el Régimen Talibán (1996-2001), las mujeres habían quedado totalmente subordinadas y relegadas al ámbito privado. Por entonces, la afganas ni se podían plantear jugar al fútbol abiertamente. Sin embargo, algunas mujeres se aventuraron a jugar clandestinamente.
Años después de que cayera el régimen (2001), formaron la Selección Femenina de Fútbol (2007), aunque no sin obstáculos que superar, especialmente el amplio rechazo social. Pese a los avances, la vuelta al poder de los talibanes en Afganistán pone en riesgo el fútbol femenino, las propias vidas de las jugadoras y sus familias. Khalida Popal, que fue jugadora y capitana de la selección femenina de Afganistán, ha declarado a AP en una entrevista desde Dinamarca: «Las he alentado que eliminen sus canales de redes sociales, fotos, que huyan y se escondan».
«Las he alentado a que eliminen sus canales de redes sociales, fotos, que huyan y se escondan»
Khalida Popal, símbolo de la lucha feminista afgana
Khalida Popal, de 34 años, es una futbolista y activista feminista afgana. Nació en Kabul, en el seno de una familia progresista. De pequeña jugaba al fútbol con sus hermanos a pesar del rechazo de la sociedad afgana. Huyó de Kabul en 1996, cuando el régimen Talibán regresó a Afganistán. Por ello, parte de su adolescencia la pasó en un campamento de refugiados en Pakistán.
Gracias a la protección de la comunidad internacional, Khalida incentivó la lucha femenina por sus derechos. Con la ayuda de su madre, profesora de educación física, recorrieron las escuelas buscando a chicas dispuestas a jugar al fútbol. Lograron repercusión y formaron algunos equipos a pesar de la represión. En 2003 comenzó su trayectoria como futbolista profesional. En 2007 llegó a ser capitana de la primera selección de fútbol femenino de Afganistán disputando partidos amistosos contra Nepal, Pakistán y Maldivas. Permaneció en la selección hasta 2011 y también se centró en coordinar al equipo como directora de la Asociación de Futbol de Afganistán.
Tal fue la popularidad del equipo femenino que se convirtió en un referente en la lucha de los derechos de las afganas. Esto provocó que recibiera amenazas de muerte en numerosas ocasiones hasta que, en 2011, tuvo que dejar Afganistán y huir a la India. Más adelante, pedir asilo en Dinamarca, lugar donde reside actualmente. Jugó en un equipo danés de fútbol femenino donde se retiró del fútbol tras sufrir una lesión grave en la rodilla.
Posteriormente, ha participado activamente en la integración e igualdad de las mujeres y también fundó su propia organización en 2014, Girl Power, una asociación cuyo objetivo se centra en facilitar que las mujeres de minorías inmigrantes en los países europeos, las refugiadas y las personas LGTBI aumenten su autoestima y ganen confianza a través de la práctica del deporte. Actualmente, es directora de eventos de la selección femenina de fútbol de Afganistán y colabora habitualmente con la FIFA y la UEFA.
Khalida ha declarado que: “Mi generación tenía la esperanza de reconstruir al país, desarrollando las condiciones para la siguiente generación de mujeres y hombres. Entonces comencé con otras jóvenes, utilizando al futbol como instrumento para impulsar a las mujeres y niñas”. Algo que ahora, con el retorno de los talibanes, se torna imposible.
“Me rompe el corazón debido a que todos estos años hemos trabajado para incrementar la visibilidad de las mujeres, y ahora le estoy diciendo a mis mujeres en Afganistán que se escondan y desaparezcan. Sus vidas están en peligro”.
This post from one of our players breaks my heart in a small piece. This is painful to see the dreams and hopes of Afghanistan women & girls are fading again. It's painful to witness that they are not allowed to dream again. They are stopped from dreaming. #Afghanistan pic.twitter.com/rq6DkNvQbq
— Khalida Popal (@khalida_popal) August 15, 2021
Futuro incierto de la selección femenina
La selección de fútbol femenino de Afganistán se financia por fondos de la FIFA y aportes de ONG como Hummel. Jamás han jugado un partido en tierras afganas por motivos de seguridad. El combinado nacional femenino se creó en 2007 tras la caída del régimen talibán, y su primer partido fue ante un combinado de soldados internacionales. Las jugadoras eran estudiantes. Un ejemplo fue Shamila Kohestani, que fue felicitada por su desempeño físico y contó una anécdota. En 2001, con catorce años, un talibán le empezó a pegar por no llevar bien colocado el burka, así que escapó de él corriendo. Y este es solo un ejemplo. Varias federaciones europeas invitaron a las afganas a entrenarse en sus instalaciones. Los abusos sexuales han sido recurrentes en la selección femenina.
“Las afganas arriesgan su vida para jugar al fútbol”
Kelly Lindsey fue entrenadora de la selección femenina afgana entre 2016 y 2020. Ella es estadounidense, vive en Hong Kong y es exfutbolista y antropóloga. Nunca fue a Afganistán porque se jugaría la vida. La selección afgana se concentra y juega en países como India, Jordania o China. Lindsey asegura que: “Las afganas arriesgan su vida para jugar al fútbol”. Cuando se metió en la aventura afgana, no tenía ni idea en que se metía, una cuestión muy vinculada a la defensa de los derechos humanos y no tanto al fútbol.
Los torneos femeninos de clubes no existen en Afganistán. Por eso Lindsey usaba informes de Google sobre jugadores afganas exiliadas para armar el equipo. Dice que: “Con suerte una vez al año se juntan cuatro o seis equipos de chicas en Kabul para disputar un torneo”. Ahora, con la vuelta al poder de los talibanes, la selección de fútbol femenino de Afganistán se halla sumida en la desesperación, en la incertidumbre sobre su futuro y en el temor de las jugadoras por las posibles represalias.
Gratitude to all Nations who are actively resettling #Afghanistan Citizens
Providing Emergency Evacuations for Vulnerable Afghans
Women and Girls have found their voice for equality in the past 5+ years and we need to champion their brave work in the face of execution & death! pic.twitter.com/I2gcEJBVrL
— Kelly Lindsey (@coachaffwnt) August 17, 2021
Valentía que fue reconocida
La valentía de estas mujeres tuvo su reconocimiento internacional. Las jugadoras de la selección femenina de Afganistán fueron premiadas con el WFS Industry Awards 2019 a la Mejor Iniciativa de Fútbol Femenino de Women in Football por su valiosa contribución a la lucha por los Derechos Humanos y contra la discriminación y el abuso sexual en Afganistán.
Las futbolistas, dirigidas por la mencionada Kelly Lindsey, lanzaron una campaña a través de las redes sociales con el hastag #Voice4voiceless a fin de denunciar el maltrato y los abusos sexuales que habían sufrido varias jugadoras por parte de directivos de la Federación Afgana de Fútbol. Y es que, en 2018 salió a la luz los escándalos de abuso sexual en la selección. Las jugadoras acusaron que funcionarios de la federación las obligaban a mantener relaciones sexuales con ellos si querían permanecer en el equipo. La FIFA investigó la denuncia de varias jugadoras.
Finalmente, tras la campaña de denuncia, se produjeron una serie de consecuencias. Por un lado, provocó la inhabilitación de por vida del presidente de la federación, Keramuddin Keram, y por otro lado, de otros cuatro directivos. El jurado del premio destacó: “En un ambiente como el que vivían estas jugadoras, iniciativas así pueden tener una extraordinaria influencia y convertirse en un punto de inflexión para las niñas y mujeres que aman el fútbol en Afganistán. Además, demuestran por qué el fútbol ha sido y continuará siendo una valiosa herramienta de justicia social”.