La liga Primera Iberdrola marcha hacia una, cada vez mayor, profesionalización. Y eso se nota en todo. Ya nos pongan palos en las ruedas y clavos en la carretera. Se nota también en la exigencia a los equipos, a las jugadoras y a los entrenadores.
El año pasado ya se vio un baile de nombres en las cartas del juego de quienes dirigen los banquillos, donde cinco fueron los equipos que cambiaron de entrenador durante la competición, dos de ellos, para los que conocimos tres nombres diferentes. Veintitrés nombres para dieciséis equipos nos aprendimos.
A veces nos parece justo el cambio, otras no. Pero cuando un equipo no acaba de funcionar, la costumbre es señalar al que lleva las riendas e intentar refrescar el ambiente. El problema es que no siempre es cuestión de aire fresco.
La última víctima, la primera de esta temporada, ha sido Gerardo García León. Entrenador del EDF Logroño, equipo que quedó con él en séptimo puesto en la pasada temporada y que ha conseguido de su mano llegar a la final de Copa de la Reina, aún por disputar. Hoy las encontramos en puestos de descenso, justo en el último lugar de la tabla. La cara y la cruz de la moneda.
¡Qué difícil se hace a veces entender por qué las cosas funcionan o no, incluso haciendo una mayor inversión en el vestuario de un equipo! Porque el EDF Logroño este año parecía tener buena cara, pero en fútbol dos más dos, a menudo no son cuatro.
Lo cierto es que el futuro del míster se veía venir. Los resultados no han acompañado al equipo, que solo suma cuatro puntos conseguidos en cuatro empates. Informaba Iván Antoñanzas, presidente del club, que el propio entrenador había puesto su cargo sobre la mesa varias jornadas antes, dada la situación del equipo, pero que se había mantenido la confianza en él hasta que, señala, no encontraron otra solución. No era echar a uno por ser más fácil que a veinte, aclaraba, sino porque consideran que la plantilla tiene calidad para poder conseguir mejores resultados.
Sea como fuere, el entrenador parece haber dejado huella en un Logroño en el que algunas jugadoras se despedían con palabras que evidencian que, más allá de los números, lo que deja Gerardo es mucho aprendizaje en sus pupilas.
Recuerda mucho esta situación a la que se dio la temporada pasada con Irene Ferreras en el Valencia. También un equipo que parecía destinado a pelear un buen lugar y que, cosas de la vida, tampoco lograba encajar el juego y los goles. Once partidos sin conocer la victoria y, también curiosamente cuatro puntos eran los que anotaba el Valencia a la salida de Irene. Y como suele ocurrir, el recurso utilizado pasó por decir adiós a Irene quien, con todo, tenía el apoyo y el cariño de sus jugadoras.
Gerardo, como Irene, podía hacer suya la frase de Jürgen Klopp: “No es tan importante lo que la gente piensa de ti cuando llegas, lo más importante es lo que piensa cuando te vas.”
Ahora es Javier Moncayo quien debe llevar al EDF Logroño hacia un objetivo más que claro, el de la permanencia en una temporada en el que los descensos serán cuatro y la lucha es dura y encarnizada.
¡Suerte, equipo! ¡Y suerte, Gerardo!