Mi primo Mateo acaba de cumplir 7 años y es un loco del fútbol. Le gusta jugarlo, verlo, comentarlo, soñarlo y vivirlo. Empezó a jugar casi antes que a caminar, pero hace poco que está en un equipo, porque lleva regular lo de mantener la posición: a él lo que le gusta es conducir y regatear a toda velocidad, con la pelota pegadita al pie.
Mateo es muy fan del Real Madrid. Sigue todos los partidos que puede, lo escoge siempre en la Play y tiene un par de camisetas heredadas de sus otros primos que luce con mucho orgullo.
Mi primo Mateo disfruta como lo que es, un niño, cuando ve regatear a Vinicius, cuando ve los pases imposibles de Modric y cuando celebra los goles de Benzema o las paradas de Courtois. Pero cuando voy a su casa y juega conmigo, ya casi nunca escoge a ninguno de ellos para jugar.
Mi primo Mateo sabe que dedico parte de mi trabajo al fútbol femenino. Sabe que su padre, cuando me pregunta por el Dépor, hace ya tiempo que añade un ‘¿y a las chicas como les va?’. Sabe que cuando jugamos a la play, es obligatorio que uno de los partidos sea de futfem. Sabe que Alexia es Balón de Oro, que el Barça ha ganado la Champions, que Virginia “ha estado malita, por eso no juega en el Atleti” o que Misa va a ir a la EURO, pese a que en la versión que él tiene del FIFA todavía no está ni en la Selección.
Mateo sabe, sobre todo, que en el Real Madrid juega una extremo que es muy buena. Que es rápida, que es eléctrica, que marca golazos y que decide partidos. Que tiene cara de no romper un plato, como él, pero es capaz de hacer diabluras sobre el césped. Que hace muchos caños y vuelve locas a las defensas con sus dribblings. Que a veces va con la Selección y que el año pasado jugaba en lo que él denomina “mi” Dépor.
La conoce, la sigue y la admira. Le brillan los ojos cuando la ve regatear y señala la pantalla emocionado cuando le gusta especialmente alguna de sus jugadas. Y cuando él coge la pelota, trata de imitarla. Porque quiere jugar como ella.
Cuando hacemos partidos en el jardín de su casa, a veces somos Toni Kroos y Marco Asensio y otras veces -cada vez más- somos Tere Abelleira y Athenea del Castillo. Cuando yo soy Kroos, nadie se sorprende, pero cuando él es Athenea todavía hay alguna mirada suspicaz.
Es curioso, porque yo también recorrí muchas veces ese jardín con un balón en los pies. Jugaba a ser Puyol, Xabi Alonso o Valerón y todo el mundo me aplaudía. A él, sin embargo, a veces le preguntan por qué escoge a la cántabra pudiendo ser cualquier otro jugador. Su “porque Athenea es buenísima y es mi jugadora favorita” zanja todos los posibles debates, pero la pregunta sigue estando ahí.
Debo decir en favor de Mateo -y de mi propia familia- que los tiempos están cambiando, que cada vez es más normal y genera menos extrañeza que cuando narramos un partido en el jardín lo hagamos en femenino. Para mi primo Mateo el fútbol no tiene género, en parte porque ha jugado conmigo, con su madre y con sus tías desde muy pequeño y, en otra gran parte, porque ve a las futbolistas. Salen -aunque menos de lo que deberían- en la tele, en las portadas de los periódicos, en entrevistas de radio y en vídeos de Youtube. Y él las escucha y las admira, como a cualquier otro jugador de fútbol masculino.
Darle visibilidad al futfem es generar nuevos referentes para los más pequeños. Siempre hablamos de cómo las jugadoras son un ejemplo para las niñas, que es verdad, pero también son cada vez más admiradas por niños.
Estos días se ha hecho viral la foto de unos chicos con la camiseta de Alexia en los aledaños del Camp Nou antes de las semis de UWCL y yo me he acordado mucho de Mateo. Potenciar y visibilizar el fútbol femenino es normalizarlo y acercarlo a la gente, transmitir sus valores, hacerlo crecer.
Durante el verano de 2008, mucho antes de que él naciese, yo vi a la Selección de Luis Aragonés alzar la Eurocopa en el salón de su casa. El próximo mes de julio, él mismo me ha dicho que espera que veamos la Euro de Inglaterra juntos. La espera con ganas y le hace ilusión que llegue la fecha, preguntando por futbolistas de otras selecciones y viendo sus highlights.
Aunque, eso sí, me dice que no tiene camiseta para animar a España y para los partidos que juguemos en casa como si estuviésemos en Wembley. Yo le he dicho que, si se porta bien y le hace caso a su entrenador, le regalaré la que quiera. La petición, claro está, no se la tuvo ni que pensar: “¿Cuál voy a querer, Sarita, si yo quiero ser Athenea?”